Llegó la medianoche. Un remolino de pezuñas hizo retumbar el techo; de inmediato, un viento polar helado se filtró por la campana de la cocina e inundó el departamento, una nube de luces chisporroteantes se formó junto a un adorno de navidad y de repente, el regalo, se materializó frente a mis ojos.

Si bien esta historia es de veracidad dudosa (¡ejem!) hay algo que no se puede negar y es que llegó el tan esperado… ¡¡¡trípode!!!

Se estarán imaginando que comencé a utilizarlo de inmediato… pues no, un resfrío me ganó, pero sólo por unos días, este Martes sin más demora, y mucho abrigo, salí a estrenarlo. Tenía el lugar en la mente hace rato, El Templo de Debod al atardecer, quería capturar la construcción de roca con un bello cielo anaranjado de fondo… pero eso tampoco pudo ser, entre una cosa y otra se hizo tarde y llegamos al templo ya entrada la noche.

Claro que eso no desanima a tomar fotografías, porque de los lugares fotogénicos de Madrid éste es sin duda uno de ellos, y había una foto nocturna que también me estaba rondando la cabeza desde hacía un tiempito.

Así que cámara en mano… perdón, cámara en trípode, mientras Fermín preparaba unos mates, estrené el regalo de navidad que desde ahora me acompañará, espero, por un largo tiempo.

PD: Programé este post para que se autopublique hoy Jueves ya que me encuentro en medio de los ajetreos que anteceden a todo viaje. Destino: Roma. Con grandes expectativas por conocer y fotografiar la Ciudad Eterna, me despido hasta el próximo Jueves y les dejo un afectuoso y efusivo:

¡Feliz Año Nuevo!