Irlanda

Verdes campos que se extienden hasta donde se pierde la vista, un mar brioso que baña sus costas, una vida apacible reflejada en cada rincón, buena comida, bebida y música, y todo esto inmerso en una atmósfera de misticismo y magia. Todo esto y mucho más es Irlanda.

Siempre sentí una atracción particular hacia Irlanda, nunca supe por qué, hasta ahora. Las imágenes que a uno se le vienen a la cabeza cuando te nombran esta hermosa isla, están impregnadas por un imaginario colectivo construido a través de películas, fotos, relatos y canciones con los que uno ha entrado en contacto a través de los años. Pero que estupenda sensación el finalmente encontrarse allí y descubrir que la realidad supera a la expectativa.

Podría decir casi con toda seguridad que lo primero que a uno se le viene a la mente son esos majestuosos y extensos campos de color verde. Y esta fue una de las razones por las cuales, junto con mis compañeras de viaje, decidimos alquilar un auto y conducir desde Dublin hasta nuestro destino, la pequeña ciudad de Killarney, para poder conocer el lado más rural de la isla. A algunos le sorprenderá no encontrar en la galería ninguna foto del nombrado paisaje, pero tengo un muy buen motivo para ello, el cual explicaré lo más brevemente posible a continuación:

Como ya sabrán en Irlanda se conduce del lado izquierdo, y el conductor en el vehículo está situado en el lado derecho. Es decir al revés de lo que los que venimos de Argentina (y tantos otros países) estamos acostumbrados. Lo cual suena como un desafío, pero la verdad es que luego de un tiempo de conducir de esta manera, el cerebro reacomoda las neuronas y todo empieza a tener cierta lógica otra vez. Esto era al menos nuestra expectativa, la cual pudimos comprobar efectivamente luego de tres días en las rutas de Irlanda. Pero hubo algo con lo que no habíamos contado. Luego de retirar el auto de la agencia del aeropuerto, condujimos dirigiéndonos hacia la autopista M50, y a los 15 minutos de camino nos chocó otro vehículo. No, no hace falta que vuelvas al renglón anterior, leíste bien, dije 15 minutos desde que salimos del aeropuerto. Si. Quince. Luego de otros 20 a 30 minutos de discusión con el otro conductor, llegamos a un acuerdo de que había sido un pequeño golpe y nada más, intercambiamos datos y cada uno siguió su camino. Eso si, los nervios no siguieron su camino, se quedaron bien adheridos. Así que la idea de detenerse cada tanto a sacar fotos terminó no siendo una opción muy placentera. Simplemente condujimos hasta destino, admirando el paisaje… y con los ojos bien fijos en la ruta.

Claro que este pequeño episodio, aunque molesto sí, no fue contrincante para las maravillas  que el resto del camino nos tenía reservado para más adelante.

En total estuvimos en Irlanda 3 días, uno de ellos en Killarney. Ya he hablado de ella en el post anterior, así que solo voy a agregar que además de ser una ciudad en sí misma muy pintoresca, tiene, a muy poca distancia, un gran número de atractivos.

En Dublin estuvimos sólo una noche y una mañana, pero exprimimos esa mañana para hecharle un vistazo a dos imperdibles, el Castillo de Dublin y la Catedral de San Patricio.

¿Cosas que quería ver y no dio el tiempo? Muchas. Estando de viaje 3 días se pasan volando. Pero como se suele decir, que queden cosas por ver es la excusa perfecta para volver. Así que nunca hay que decirle adiós a los lugares cuando uno se va sino ¡Hasta la próxima!

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